Augusto Freire y Petita Peñaherrera eran buenas personas. No es decir que fueran santos, pero nunca hacían mal a nadie y respetaban a los demás. Cuando Petita descubrió que estaba embarazada estaba muy feliz. Era el momento indicado para empezar una familia. Su esposo ya llevaba 3 años trabajando como policía y ganaba lo suficiente como para mantener a una pequeña familia. La barriga de Petita crecía muy rápido. Sus ginecólogos, Roberto Romo Caicedo e Isabel García, le decían que todo era normal y que la bebé estaba perfectamente sana. Cuando llegó la hora de dar a luz a su hija, sus médicos dijeron que lo tenía que hacer por cesárea. Ella aceptó y unos días después pudo llevar a su nueva bebé a casa.
Todo fue normal. Su preciosa bebé, Andrea, se convirtió en niña y después, adolescente.
Un día la familia estaba de compras muy lejos de la casa y fue a almorzar en un restaurante. Lo que pasó allí cambió su vida para siempre. Andrea se sentó frente a sus padres y después de pedir su almuerzo vio una cara que sólo conocía por el espejo. Pero no estaba viendo un espejo, sino a una persona. Era su réplica exacta. Señaló la chica a sus papás y ellos reconocieron los padres de la otra niña. Eran Roberto e Isabel, sus ginecólogos de desde hace 15 años. Ellos habían raptado a su otra hija sin que se dieran cuenta de que existiera.
Denunciaron a los médicos corruptos y el juez dijo que desde el lunes hasta el viernes Marielisa viviría con sus padres biológicos y los fines de semana con los que la criaron. Pero para ella, Roberto e Isabela eran sus padres, y las quería mucho. No quería cambiarse de familia.
Augusto estaba furioso con los Caicedo. Nunca iba a poder estar feliz como en antes. Él y su familia sentían un hueco en su corazón. Augusto quería venganza. Denunciarlos no fue suficiente. Un día después del trabajo, fue a la casa de los Caicedo. Sólo iba a hablar y tal vez golpear un poco a Roberto pero nada más. Pero lo que no esperaba es que Roberto vio que era Augusto que tocaba la puerta y fue a hablar con él con una pistola en la mano. Las cosas se pusieron muy feas y Roberto le amenazó con su pistola. Antes de que lo pudiera pensar bien, Augusto sacó su revolver y disparó a Roberto en el pecho. Se dio cuenta de lo que hizo y salió corriendo.
Cambio de blog
Hace 11 años

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